lunes, 28 de julio de 2008

LO QUE QUEDO DEL SHOWBOL EN PARANA

Cuando uno comienza a redactar un partido de fútbol, casi siempre debe hacerlo por donde corresponde: el principio. Pero en esta oportunidad vamos a romper las reglas del periodismo escrito, como puede hacerse en raras excepciones, ésta es una de ellas, y empezaremos por el final.
Es que Diego Armando Maradona se presentó en cancha de Patronato y el genio frotó la lamparita para despedirse de la mejor manera de nuestra ciudad. Con su zurda mágica, incomparable, sublime, y cuando ya las cinco mil almas presentes pensaban que se iban a retirar del estadio Grella sin poder disfrutar de lo más sagrado que tiene el fútbol: el gol, pero esta vez convertido por la estrella de la tarde, apareció él para dejar marcado por siempre su sello.
Allá en un rincón, ganando la pelota y con su cabeza en alto, los ojos bien abiertos, la punta de la lengua afuera de los labios, miró al arquero paraguayo y en menos de un segundo pensó en donde poner la pelota.
Ya tenía el arco entre ceja y ceja, el viernes en Rosario se había quedado con las ganas de marcar y a ello lo había ratificado en la conferencia de prensa del sábado por la noche: “Espero hacer un gol para la gente de Paraná” había manifestado el ídolo de muchos. Y el Diez pudo cumplir con su deseo. Sacó un zurdazo seco, casi al ras del piso, y la pelota fue a besar la red. Explosión total.
No únicamente de los aficionados locales que gritaron el gol como si fuese en un Mundial, sino de todos los jugadores argentinos que estaban dentro de la cancha, y de alguna manera de los guaraníes también, porque algunos de ellos sonrieron contentos como invitados especiales que eran a la fiesta del Showbol.
Pero lo más importante e inolvidable fue ver el festejo del D10S del fútbol. Con puños apretados, la boca bien abierta, el abrazo con sus compañeros, el brazo derecho extendido y besándose el antebrazo en donde tiene tatuado el nombre de una de sus hijas, Gianinna, mirando hacia el público que estaba ubicado en la tribuna lateral de calle San Nicolás, el Diego de la gente hizo extensivo ese grito inmortal hacia toda Latinoamérica.
Fue la frutilla del postre, y después de eso que más se podía pedir. Nada. Solo que el árbitro Claudio Martín pitara el final del encuentro y así quedó sellada la victoria de Argentina sobre Paraguay por 9 a 6.

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